En "La voz ciudadana" - LA IMPRESIÓN DE LOS MEDIOS EXTRANJEROS, por Carlos Craso

No hay nada mejor para un pueblo que tener una palabra confiable. La palabra le  permite representar las decisiones posibles que se le presenten al momento de actuar, de expresar una decisión, un sentimiento, al momento aquel en que se toma como verdad lo que intuimos. Por eso un pueblo necesita de un verdadero comunicador, todavía más, de El Periodista del Pueblo necesita. Es decir, no “el periodista del pueblo”, ese, de medio de comunicación, sino de un periodista que tenga sus fuentes en la cotidianidad de la realidad de su barrio, y la ponga en cuestión con la realidad que se escucha, que agita y ansía a la imagen acústica de la historia, que se debate a diario en las planas de los diarios, de la radio y de la televisión. Hasta que se cubre todo el espectro a través del cual se transmite el conocimiento, el espectro que da valor a aquello que transmite hasta capitalizarla: la imagen de un suceder presente, inmediato, que solapa muy bien los valores que representa, esa nada de cambio constante que desespera a cualquier esperanza y de los cuales se sirve económicamente. Es allí donde se para el “periodista” que dícese ser de “pueblo”, y habla desde las cuevas del Olimpo, y transmite la sospecha, la inocula en la belleza del mundo del pueblo. Instaura el conflicto de clases entre medias y bajas, en ese conflicto semántico que nos sumerge cada vez que hablamos de progreso. Esa es su principal astucia, el odio entre los semejantes.
Por su parte, el escritor que colabora con la oxigenación del pueblo, se coloca entre el orden de Colosus y la calle, en esos dos ámbitos, para cuestionar los nutrientes que absorbe nuestra idiosincrasia, nuestro pensamiento, y juega a la re-interpretación de la sociedad y apuesta a la comunidad. El hombre de medios construye una realidad, pero eso no es lo que hace el periodista del pueblo. Nada mejor que la palabra, para evitar que pase la magia negra de los medios hacia la intimidad del sueño, que desde lo alto planea pegar el salto. Esto no puede quedar en manos ajenas. Hablo de la construcción de nuestros sueños, de lo que pretendemos ser, de lo que intentaremos, lo que dejamos de ver como algo imposible -y en esto no quiero caer en estrategias estéticas ajenas.
En fin, desde acá sacamos nuestra voz. El pueblo, con su voto, le dió al supremo ejecutivo el poder de llevar a cabo la demanda de éste. Pero tampoco podemos dejar teñir por la maldad la interpretación de nuestra realidad. Que desde un diario español se emita el siguiente pensamiento, no puede dejar pasarlo El Periodista del Pueblo, nutrido de mil conocimientos cotidianos.
la política interna destructora de equilibrios institucionales (persecución a jueces, fiscales, banqueros centrales); del odio visceral a la prensa no genuflexa... Como Perón, el kirchnerismo dilapidó en el falseado altar de los descamisados una favorable coyuntura mundial, hambrienta de su trigo y su soja. Lloro (y gozo) por ti, Argentina.”
¿Qué es, esta mentira que los medios en España comunican? La cotidianidad de la nota amarilla supera toda postura que provenga de fuentes genuinas del conocimiento. Y esto el nuevo presidente de todos nosotros lo tiene que saber, si aspira a construir un país en el que sus habitantes puedan expandir sus sueños en el tiempo, en el futuro. El deber es no dejar que el enemigo nos defina y nos diga qué ocurrió. Como lo hizo el CEO del Grupo Clarín, arguyendo que el gobierno anterior arremetió contra la libertad de expresión. Y así logró, y de algún modo selló el primer round de este siglo: la vuelta neoliberal. Meses después fue laureado en la Freedom House, con un premio de plata por ejercer la libertad de expresión. Y allí dejó su discurso:
“Tenemos libertad de expresión cuando ejercemos la libertad de expresión. En la última década, la Argentina vivió un proyecto político que buscó perseguir la disidencia para concentrar el poder. Ese proyecto necesitaba silenciar las críticas y las denuncias, por eso trató a los medios como enemigos, buscó asfixiarlos y desacreditarlos. Le dijimos que no a la sumisión que se nos trató de imponer y enfrentamos un durísimo acoso económico y judicial. Pero el ejercicio de la libertad editorial fue más fuerte que cualquier ataque y cualquier aparato de propaganda […] que si queremos seguir siendo lo que somos, no debemos aceptar que se nos diga qué decir y cómo pensar. Ese es mi compromiso con la organización que represento, con lo que elegimos hacer y con la sociedad de la que somos parte”.
Pero en qué país se puede ejercer la libertad de expresión si hay un gobierno       que controla qué se dice y qué no. Un poco chato el argumento, cuando vivimos en el mundo de la información —que ellos quieren representar. Entonces, cualquiera sea la ideología del gobierno, los medios como palabra independiente, como palabra representante de la idiosincrasia Argentina querrán seguir marcando cómo se forma el ser de todos los tiempos de la historia: el tiempo presente del siglo XXI. Y eso el supremo ejecutivo lo que tiene que ver. No puede dejar llevarse por los aromas del poder concentrado, es decir, si quiere cumplir con la voluntad popular, con la democracia y las instituciones que hasta hoy nos rigen.
El pueblo que eligió al presidente debe ser el que le diga cómo se deben desarrollar las políticas que se lleven a delante y no los medios de comunicación que buscan sembrar miedo, que oscurece al pasado y somete al futuro a un vaivén efímero. Al que tiene que escuchar el presidente es al pueblo y no a los medios de comunicación, ya que este fue elegido de forma democrática y porque allí está el significado de lo que él representa. La historia continúa, no se repite, las estructuras, como todo signo, son mutables e inmutables.  
Por eso mismo, sigamos interpretando la lectura que se hace en España sobre la situación político-económica de Argentina. Una lectura errónea de lo acontecido y esta afirmación que hace el autor, o sea El Escritor del Pueblo, no tiene nada que ver con el fanatismo o el odio, sino que por el contrario, lo deduce de lo fáctico. 
“Su receta de proteccionismo, intervencionismo y redistribución interna de las rentas exteriores (la soja vendida como platino a China, los componentes industriales o el turismo a Brasil...) dio para lo que dio, la herencia actual. Pero ahora deberá afrontar una devaluación monetaria drástica (que finiquite el mercado negro) y un ajuste severo, frente a los subsidios falsamente sociales en energía, transporte o agricultura: sobornos corporativistas.”
En el mismo diario, otro periodista dice:
“En la anterior elección presidencial, en 2011, la señora de Kirchner había obtenido el 54% de los votos y superado por 37 puntos a quien la secundaba. Sólo por este desbalance fue posible su embestida autoritaria sobre la justicia y sobre la prensa. Desaparecida la amenaza de un rival competitivo, la presidenta no encontró otro límite que las reglas del sistema. Suele ocurrir con todos los caudillos.”
Lo que se hizo en Argentina, después del 2011, fue tender a una economía para el pueblo, aunque el debate en la esfera de la superestructura diga que haya crisis económica. En las calles se respira la posibilidad de acceder a bienes de consumo, se observa en los centros comerciales del Conurbano Bonaerense, estabilidad que hacía décadas no saboreábamos. Los comercios no paran de vender, hasta se enojan cuando un sábado a la tarde, previo al día del niño, día de la madre o del padre, se corta la luz y tienen que bajar las persianas a mano.
Además, si no comprendemos que las pequeñas y medianas empresas argentinas llegaron a tal nivel de producción que no les quedó caminó más que estimular el precio al alza. Argentina se encontraba en pésimas condiciones mundiales para acceder al crédito y ampliar la estructura productiva de las pymes. Es decir, hubo inflación pero mejoró el nivel de vida de la media poblacional, gracias a mejorar los niveles asimétricos de la distribución de la riqueza, inyectando dinero en la obra pública, estimulando la economía a través de la puja salarial, derecho que, finalmente, se adjudicó al trabajador, que formó identidad y no fue solamente una política para coaptar al voto.
Por este motivo, si argentina logra de forma gradual acceder al préstamo, los parques industriales pueden ampliar sus plataformas y continuar en el camino del crecimiento, hasta alcanzar una estabilidad que ya nada pueda quitarla, sino más bien que represente un derecho. Pero eso, Señor Periodista de los holdings mediáticos, fue gracias al cuidado de las políticas proteccionistas del mercado interno, del trabajo genuino y no de la inversión de capitales transnacionales.

Pero ahora iniciamos otra etapa del desarrollo económico, pero también cultural y social. El acceso al crédito internacional, el ingreso de divisas, que puede brindarnos la imagen de este partido neoliberal, que apuesta a la información, a las reglas claras, un gobiernos centrado en el cálculo, en el número (cómo utilizar esos números es la cuestión) para el desarrollo de la producción industrial nacional. Si esto es así, no es joda, ya no necesitamos del campo, de imponer una retención a la exportación, puede reducirse a cero en el trigo como el maíz, lo que podría ayudar a equilibrar los precios en el mercado interno, y permitir exportar por un dólar más alto. Este desfasaje puede ser contrarrestado con una balanza de capital que permita seguir sustituyendo importaciones. Como decía Mauricio Macri antes de cerrar su elección: “si se puede”, se puede si se quiere hacer continuar la historia, darle una nueva opción política a Argentina, y ampliar su democracia. Una pregunta oportuna, que debería hacerse el gobierno, ¿es momento de frenar el consumo que lleva a cabo la mayoría de la población a través de impuestos, devaluación o es necesario esperar un tiempo para que se amolde la estructura económica que se recuperó después de la Gran Crisis? Argentina, en lo que va del año soportó una devaluación muy fuerte, cerca de un 40%, que repercutió en todos los precios como nunca antes, que a julio de 2016 quiere pisar los 30. A su vez sufrió un aumento del desempleo en un 2%, y aun así toda la institución Democracia prevalece. Por ahora. En definitiva, la llamada “herencia”, será para el Gobierno actual, lo que le permitirá llevar a cabo su plan económico. 

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