invierno en el cordón urbano



El día gris, frío, lo demás como siempre, 

el mismo horizonte, los mismos pájaros,

el mismo enigma indescifrable de siempre

al cual nos sometemos para vivirlo.

Imagen: libertad de expresión



A veces mi imagen la mantengo atenta, aunque es difícil de controlarla. Pero acá está, la tengo, la sostendré. Hoy recordé todas las causas revolucionarias que pasaron de ilegalidades a ser tomadas como hechos que sientan juramento a una causa que se repite tan sólo porque hay una falla en el sistema. Siempre y cuando, esta causa entrometa a un gran número de hombres, porque si no siempre tan sólo Uno sentaría jurisprudencia y haría las leyes a su antojo.
Me acuerdo de aquellos hechos revolucionarios que para hacer justicia una idea debían calzarse las armas o conseguir mucho dinero para luego derrotar al perverso y así llevar a cabo una utopía. También pienso en aquellos emperadores que para llevar a cabo su modelo levantaban una serie de símbolos como estandarte y que por haber implementado una economía social se los pasaba a considerar tiranos, absolutistas, totalitarios, populistas, y todos estos conceptos, en análogos casos de la historia, como sinónimos. Fueron llamados así, porque el que los nombró fue otro que creyó que querían ser más que él, creyó que le querían sacar algo, creyó que querían su poder para que otro domine en el cielo. Pero nada de eso era la causa que impulsaba al hombre a la revolución, la revolución propuso que todos estén en el cielo pero que también tengan derechos en la tierra. Todas esas causas fueron combatidas y concluyeron.
También me acuerdo de los campesinos que se alzaron en armas porque no querían seguir siendo subyugados por los estancieros. Por eso fueron considerados como ilegales, terroristas, comunistas y estos conceptos también, como sinónimos. Por esto la justicia los perseguía, por reclamar libertad, por no querer seguir siendo perseguidos por una imagen que no tiene nada que ver con su identidad.
Por estos lados del tiempo y de la historia, sucede algo similar. El alma del pueblo estuvo acorralada durante cuarenta años. Su ley es la visión del pueblo cuando tiene el horizonte frente a sus ojos. Mientras la visión del hombre estuvo apagada, mientras estuvo sometido, el creador maldito le enseñó su odio, su forma de torturar el sueño, le enseñó sus placeres. Nos engendró su carne y nos hemos dejado de ver. Por eso ahora el alma fue liberada. Ahora se da cuenta, que todo fue una ilusión que no vivimos y que estaba inserta en la conciencia. Como si nos hubiesen anestesiado y puesto otros ojos. Ahora la ilusión se presenta, ahora el alma se ve posar en la forma de nuestra identidad y ve en su unidad la congregación de todas las culturas. Todas las voces de los antepasados se vuelven a colar por la hendija, a través de la cual miro al mundo.