notas sobre dos poemas de Gabriel Cortiñas en Apellido (2023)
“está que se
quemaron con leche” (Cortiñas, 2023: 51). Hay algo que suena mal, que no hace
sentido común, pero hace sentido, hay algo que falta o que sobra: hay algo descolocado.
Esas piezas pequeñas que faltan cargan con un significado propio, que al no
estar producen una disonancia en la lectura. Esas piezas sonoras también nos
sirven para identificar a quién o a quiénes se refiere, a qué tiempo y otras
cosas que nos podría decir la fonología, pero que por falta de conocimiento de
quien suscribe no se desarrolla.
Hay falta de
concordancia entre la conjugación verbal y la persona, diría un gramático. Sin
embargo, esa percepción termina por hacer sentido sobre la lengua, nos conduce
hacia una cohesión. La lengua es un fino sistema de engranajes fijos que
conduce al pensamiento por una causalidad determinada, establecida, oxidada. Por
eso la falta de ciertos significantes la desoxida, y devuelve de otra forma un
significado común asociado a un “amuleto añoso”, como dice el/la que enuncia:
el que se quema con leche ve una vaca y llora es alterado por esa falta flexiva
y el pronombre determinativo con “está que se quemaron / con leche y quieren
quedarse con todas las vacas”, pierde las consonantes, pero persiste el sentido
de los que se quieren quedar con las vacas.
Esas piezas que poseen
una carga semántica y gramatical y también sonora muestran que la palabra está
compuesta de distintos elementos que hacen a un signo integral. Esta ausencia
del fono desinencial muestra a la palabra como una unidad básica, compuesta de
múltiples elementos. Los tiempos (pasado y presente se alteran), los sintagmas son
intervenidos por otras voces o conductos narrativos que se meten en la construcción
de ese bloque textual para alterar a la lengua. Pero no son digresiones, no es
un objeto verbal que se vuelve errante, los temas que produce el habla del
personaje, de esa primera persona, no continúa construyéndose como en una
sucesión temporal, se escribe como el habla va construyendo lo que quiere decir
y lo hace así: sin terminar de decir, sin apariencia de definición.
La profusión de
frases, de situaciones, de intensiones que se concatenan en este objeto verbal,
prescinde de comas, de la gramaticalidad oracional que es interrumpida por esas
tramas que se cohesionan en ese bloque verbal. La disonancia en el poema lleva
a conformar un ritmo de lectura personal y siempre distinto y que el lector se
pregunte por el sentido, se quede en esa asonancia que produce la falta de esa
pieza minúscula de sonido y de sentido. Se va en un cauce que traga los
engranajes más pequeños de la lengua. Saca al lenguaje de la legalidad propia, y enuncia mas ya sin saber si las piezas de la palabra están en función de articularse con la siguiente. Por eso el lector se detiene sobre ese sonido desarticulado en la forma que no encastra.
El oficial disparó
y dejó un charco bordó que brilla en el pavimento. Se mezcla con el recuerdo
del problema de las consonantes en “la materia”. Esa primera persona del texto tuvo
de maestro al diputado al que le machaca que esa nota “fue ridícula” por lo que
decide desertar de la clase. El habla sigue intervenida, por si misma y a veces
es tomada por otras voces sin aviso, sin marca ortográfica que nos diga hay que
parar, no se decide por el lector, eso queda para él: “El desafío de dejar de
ser por un rato el punto/ de su lengua es terriblemente difícil necesario es
que coma nuestra comida para aprenderla/los chamanes jaguares son humanos
indios/ son humanos pudieron escribir todo lo/ que podían hablar entonces no
pueden los jaguares y los indios ser al mismo tiempo/ humanos por el desafío
los chamanes.” (2023: 53). Ahí “por el desafío los chamanes”, ahí parece el
habla interrumpida, donde se pegan dos sintagmas nominales. El texto se vuelve
bloque, tal como aparece en la hoja, como bloque, que cae sobre sí,
interrumpiendo el efecto de la causa, rompiendo la barrera de la causalidad, el
sistema de partes de la lengua ordenada cronológicamente. La incompletitud
(agramatical) queda resonando producto de la simultaneidad sintagmática que se
va interrumpiendo antes de completar el sentido. Tanto en la hoja como en la
voz humana no llega a darse el sentido por la causalidad. Esta lengua se muerde
el complemento, superpone los sintagmas y se sale de la ratio del lenguaje
comunicado. Parece intervenir sobre la función comunicativa del lenguaje con la
función poética del lenguaje. El mensaje lo construye la forma.
Kevin Power dice
sobre Robert Duncan. La vida celular de cada fono como tal, antes de realizar
su papel fonético en cualquier función semántica o afectiva, se vuelve esencial
para la vida formal del poema, que es un cuerpo de tonos, cuyo fono individual
faltante resalta enteramente, penetra y hace presente al poema su propia acción
sonora. Por tanto, la falta del fono interrumpe la causalidad de la lengua y
produce el malentendido sobre lo esperado, lo que nos lleva a indagar sobre la
forma.
Pero incluso
sobre el nombre, más bien la operación sobre el apellido produce una fuga en la
referencialidad, sobre esa desviación en el significante se abre un enigma sobre el punto de
referencia, como en el nombre del apellido desvía hacia Nicéforo Amén.
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