Tonfas, tonfas, tonfas, sin piedad cayendo sobre el que se manifiesta. La policía dispuesta a reprimir a los manifestantes. Debemos recuperar la palabra manifestante, que no quede en manos de la negatividad del sentido, sino que despierta a quien intenta una posición más dentro de la democracia dodecafónica reinante. Otro más, otro tono más. Viendo, el documental "El monopolio de la violencia", de David Dufresne, impactado por la fuerza de las imágenes de la represión a los chalecos amarillos de Francia, en París, protesta que inició a fines de 2018, que se manifestó contra el aumento de las naftas y que todavía persiste, lograron aglutinarse en un movimiento, que pusieron nombre y conformaron un discurso. Pienso en como la violencia actúa sobre el acto, como atempera al acto de manifestarse. La violencia, la posibilidad de lastimar tu cuerpo o de coartar tu libertad no permite a las democracias entrar en un movimiento centrípeto de cambio, que busque remover el poder que retiene la burguesía desde la revolución francesa. Si el análisis sensorial es bueno para la turbulencia, tendría que serlo para la historia.
Pienso, a partir de esto, a veinte años de nuestro 2001, la policía dejó 39 muertes. Cuál fue la enseñanza que dejó a la violencia ejercida por el Estado Argentino en esos años, cómo actúa la policía hoy ante las manifestaciones. De todas formas, ¿qué podemos decir del accionar del Estado, con su monopolio de la violencia, en el 2001 y el 2002? De qué manera se justifica la policía cuando reprime. Represión ante la reforma Jubilatoria de 2017, represión a feriantes de San Telmo, represión en el Hospital Borda en el 2013 que tenía intensiones de utilizar los terrenos del mismo para emprendimientos inmobiliarios, etc. y demás etcéteras.