el momento

Podría usar un poco la imaginación para pensar algo. Tengo la convicción, la esperanza, de que esto va a ocurrir. Cuándo, cómo, con qué, son preguntas que responderé más a delante, por ahora no me apresuro. Pensar en eso podría ser desbastador, una batahola de ataque mental. Sólo escribo para liberarme, para descubrir caminos o formas inventadas por mi yo para entender mi pensamiento, para eso escribo. Es que si pienso me reencuentro con las palabras, a las que siento como sostén de este mundo. Digo que siento, porque de ninguna manera me gustaría perturbar a nadie –la experiencia más conocida es la mía misma –, ya hay bastantes artilugios para alienar personas. Esa no es mi tarea, ni tampoco quisiera que lo sea. Y hablando de esto, creo que mi inconsciente es una rémora al que se le pegan todas esas cosas sueltas que andan en el aire y parecen querer regalarme algo cuando en realidad se me están ofreciendo todas a la vez sin lograr decidir a quién observar primero. Hasta a veces siento, que soy compulsivo cuando, en de hecho, son esos artefactos los que me generan ansiedad, que el rumbo no me lo cambie ninguna de esas otras cosas: todos los símbolos repetitivos, esas canciones de autoayuda provenientes de la escuela de Ari Paluch, etcétera y demás etcéteras. Podría nombrar unas cuantas cosas. Pero ahora estoy cansado, y tampoco veo por qué a esto le tenga que dar un final y dejarlo decoroso. Eso fue lo que pasó al momento de ponerme a escribir. Podría seguir, lo sé, pero a la vuelta de la esquina están pasando cosas. No es por ansiedad, es sólo por querer vivir. Chau.

el arma en el craneo

El hombre lo complicó todo. Se dejó llevar por palabras que encendían lo peor de su ser. Le gustaba pasear por la noche cuando todos dormían, ser consciente de su alrededor. Por eso prefiere la oscuridad. Lleno de pelusas por los hechos del día, él solo busca caminar por las noches, fumar un cigarrillo, tomar alguna bebida que refresque su mente. Que lo haga consciente. Los nervios lo paralizan, no lo dejan pensar. No sabe si la vida le pasa por al lado o si va con él. Hechos diminutos, como la opinión de una persona, los fallos de la corte que controlan sus quehaceres, lo envuelven en malabares, en acrobacias de la vida que parecen irreales. Es por eso que se la pasa corriendo. Tal vez son sus aventuras las que lo invaden de adrenalina. Piensa que el mundo lo ataca. Tiene sus estrategias, pero no las percibe. Mejor dicho, él las ve, sabe cuáles son, el paso a dar puede generar una catástrofe que para su mundo sería la noticia del día. ¿Qué dirá la vecina? ¿La tía Clotis cuando venga a verme? ¿No tendré reconocimiento entre mis allegados? ¿Me sentiré diferente al andar por la calle? Y todo ese tipo de dudas que lo aplastan, esos pretextos que no tienen sostén, que se derrumban ante el primer alarido de fuerza. Sí, ante la fuerza.

Tarde fría

El perro que al pasar se asoma

por la puerta ventana que da al patio.


Me asombra su tranquilidad,

su sabiduría frente al frío, frente a todo.


Es que su tranquilidad me sabe a eternidad.


…Y Hermeto Pascoal que crea en mí

un estado de ánimo en suspenso.


Del baño escapa el ruido del agua,

el vapor que en la sombra se insinúa

y que el aire esparce.


Al cambiar de plano veo la salamandra

despedir este calor que entibia mi cuerpo.


Mi pelaje todavía no me cubre del frío,

la tensión toda en mí existe.

el encierro

Entro en erupción, y me siento a escribir. Todo parece tenso o es mi visión, mi respiración, mi escuchar, todos mis sentidos hacen de este lugar una tensión. En la calle el sonido parece estar guardado. Los sonidos libres son las hojas que lleva el viento, los motores, algunos pájaros, cortadoras de césped, gritos lejanos, cajas que sueltan laburantes y suenan en seco sobre el piso, silbidos que acompañan a toda esa orquesta, el pisar de tus pies, las miradas hacia otras personas, que se mezclan con otras. El hombre que hace girar la moneda en el aire esperando la propina de un conductor se yuxtapone a la imagen de una embarazada acompañada de su madre y, por entre medio de los autos, una pequeña señora a paso de tortuga—a la que le perturba la contaminación de lo que crea su visión, cosa que la fastidia—…y así podría estar, seguir sin fin. Continúa el sonido de los autos, el sonido de mis pies que avanzan sobre esta calle donde el íntimo ser, ese sonido que lo avasalla a uno mismo, se esconde. A veces me siento como una cámara que va observando, mejor dicho, mirando, porque esto no es científico. Sólo miro por dónde ando. Antes, ahora recuerdo, cuando era un poco más niño caminaba con la cabeza gacha, sin mirar, sólo contaba baldosas y pensaba en llegar lo más rápido posible a destino. Tal vez, lo de contar baldosas era un juego, pero hace un tiempo entendí que eso era el miedo a no poder, el miedo a expresarme, a no poder mostrar mi verdadero yo. Pero mientras camino, mientras camino solo escucho y al aprender a escuchar puedo expresarme, soltar lo que mi ser descubre en el eterno camino. Ahora es un ser que camina etéreo, y se divierte con su ser. El vacío se llena de mí mismo.

Jazz free al instante


Todo empezó como una oda al sol, solo por sentir abrazar su calor:

No se puede escuchar jazz free

Mientras escuchás chillar unas cigarras

Y escuchas a un par de tipos afilar una columna

No podés escuchar jazz free

Y escuchar estas palabras desconectadas,

la comunicación distorsión

la deformación del lenguaje

que extirparon esos átomos al explotarse


No podes escuchar tu pensar

La sensación se revuelve como en el estomago

Un dolor que se genera en la cabeza,

que se avalancha sobre el pecho,

Un dolor dulce.

No se puede escuchar free jazz

E interpretar Milton Friedman

Y su curva de Philips.

No podes escuchar jazz free

Y sentir la lluvia caer

Golpeando contra ese platillo de batería.

El viento mueve las cuerdas de ese contrabajo.

El tararear de un pié, que se siente sostenido,

Es el bombo de la batería

Y me pregunto, mientras mi cuerpo sigue los dédalos del piano

Quién va a entender mi existencia

Quién va a entender el origen de la música

Si el retumbar de estás chicharras como trompetas

Si el gritar de esos eunucos como gritos africanos

Si los silbidos sucios para aquellas Diosas que parecen no querer escuchar

Si el bullicio de esa cadena de bicicleta

Si al crecer ver, el golpe seco de un bombo como un apagón

las imágenes desvanecidas, fotografiadas en el recuerdo

cuando se guardan, y por el seguir del ritmo,

ese golpe seco se hace eco, no termina,

y retumba con el vibrar de la mente.


Escuchar un rayo romperse de

Una bicicleta que la dejaron sin rayos.

Sí será el desmoronante pensamiento,

Una avalancha que rompe en mi pecho.

En el cielo empiezan a tronar trompetas

Para dar comienzo al golpe de la lluvia caer sobre los platillos


Todo lo que pensaba era como lo imaginaba.

Febrero 2010

los juguetes

Así veo al nene divertirse hoy con su juguete nuevo. Usa los juguetes de hoy, pero luego, necesitará de otros que vayan surgiendo de la mente del hombre y, así, solo por el querer tener más juguetes las sensaciones se hacen efímeras y la imaginación individual, esa que nos mantiene como individuos y no como un cacho de carne, se encuentra apartada del camino, vacía. Que la multiplicidad de objetos no nos saque ese poder sin límites, que tiene el hombre. No curemos las heridas como en Chernobyl.