En el instante

veo una hoja caer, siento el pesar
de los árboles, sus sombras tristes
que mueren y nacen con el día
que no huye. Desciende calmo
el horizonte rojo, no acaba,
sigue allá, allá, allá a la vuelta
donde otro destino renace.
La llegada de la noche la luz desciende
y los ojos caen en sueños despiertos.

La luna cuenta en sus noches
lo que el sol en sus días, pero con el ritmo
y la libertad de la noche en la que vuelan
los sueños inconclusos del día.


Poema editado en 2010. Tucumán y Guidi, Lanús. Prov. de Bs. As. 

El infante sueña

A las calles la tersa niebla sensibiliza,
con los primeros gritos del sol,
con el impulso de la luz que crea palabras,
al horizonte naranja, al cielo agua.

Despunta el día y el barco zarpa.
El infante camina lleno de sueños
y por allí su madre lo guía, lo atenta
del mal, que no juegue con él,
que lo espante, su mentira da miedo,
y le pide al amor menos curiosidad,
pero el infante no podrá.


Editado en 2010. Plaza Auyero, Lanús, Prov. de Bs. As. 

Lo que nos cuesta creer



“Somos un país al que le cuesta creer”; “la gente quiere tener algo para festejar”. Estas son declaraciones del mediocampista de la selección Argentina: Javier Alejandro Mascherano. Este jugador, nacido en San Lorenzo, a veintitrés kilómetros de la ciudad de Rosario, realiza un análisis de la esperanza de los argentinos ante el momento de un logro colectivo. A partir de la declaración, la reflexión acerca del porqué de la frase no pudo detenerse. A veces, o quizá sea una realidad, la información virtual, la trasmisión virtual de un hecho real termina siendo teñido por intenciones ocultas, una planificación oculta ve el televidente del otro lado, como si el poder del dinero se ocupara de orquestar los deseos del pueblo. El jugador, el hombre que está rodeado por la multitud popular no está creyendo que eso que acontece es falso, que es un escenario inventado para trasmitir una forma de comportarse a los televidentes, tal vez el acontecimiento sí le haga poner en duda si es real o no el cariño de la gente, pero eso queda para la intimidad del jugador. Sin embargo, lo que de aquí se ve es que parece que la gente no fue a Ezeiza a adorar solamente la labor (impecable) de los 23 jugadores y del cuerpo técnico, hoy la gente fue a recibir con todas las banderas a esos muchachos que participaron del mundial en representación de la Argentina. El argentino está festejando por el logro de su identidad, por eso siguen en caravana aquel equipo vivo, aquel equipo que jugó para hacer real un mismo sueño.


En definitiva, lo que triunfó fue un sentimiento, de emoción. Un sentimiento que acompaña a este sueño que todavía cree que es posible, que todavía piensa en hacerse visible, en hacerse presente, en dar la cara y sentirse conforme. Esa es la verdad, en eso que tanto nos costó creer, nos costó confiar hoy lo barrimos de nuestra conciencia. En la confianza está la verdad y allí saldrá a toparse con cualquier equipo, ante cualquier oponente. Allí va el argentino en su labor diaria tratando de crear aquello que sueña. Caminemos juntos, seamos parecidos y no tan extraños. Augurios y esperanzas para volver a salir al campo de juego y desplegar aquella magia que tanto tiempo nos llevó crear. Argentina, mi sentimiento por vos nunca va a cambiar.

Palpitando la final



Sábado 12 de julio. Acá, en Lanús llueve constante. Hace tres horas que en todo Buenos Aires no para de caer agua. No sé cómo estarán en otras provincias del país, pero quiero creer que también atraviesan por un aguacero. Bueno, hace unos días el litoral fue terriblemente inundado por la creciente de esos ríos que son como las venas de América Latina, aguas que necesitan de buenos baqueanos para no perderse en la inmensidad de sus corrientes, y que cuando desbordan arrasa a todo lo vivo. Así que los hechos me acompañan por este trabajo imaginativo. Una nube despliega agua por toda la Argentina, la expectativa es que mañana salga el sol. Unos ojos de plata esperan ver bailar su ilusión. Mientras el sueño sigue atento al suceder de la lluvia, Brasil pierde dos a cero. Desde ya esto marca que Argentina es mejor que Brasil, por lo que se espera que la albiceleste no pierda siete a uno. Otro gol para Holanda, el tercero, la herida sigue abriéndose. Otra vez en la ventana, algo reflexivo, un argentino piensa el equilibrio entre el sueño y la concentración que necesita el jugador. Ese poder creativo que toda gloria ofrece debe ser contrapuesto con la realidad, es decir, el jugador se pregunta cómo hacer real este sueño que tanto esperó a lo largo de su carrera. Desde ya que el futbolista, previo al juego, esto lo maneja, la charla técnica es fundamental. Aunque se debe admitir que todo jugador improvisa en la cancha, puede soñar hacer un lujo, practicarlo, pero no sabe cuándo podrá hacer esa jugada soñada. Esa imagen heroica que el hombre se impone muchas veces termina siendo un factor de presión para sí mismo, para el desarrollo creativo individual y también grupal. Un jugador empecinado tratando de llevar a cabo una jugada impuesta muchas veces termina por salir mal. Por eso el jugador, el gran jugador, en la cancha, improvisa su jugada, surge por un hecho que se lo proporcionó el momento, en un instante el oponente le permitió desplegar su mejor juego. Por esto es fundamental observar lo que aparece frente nuestro, saber que a nuestro sueño se le opone una fuerza que demanda de este equipo argentino algo concreto: un bloque de barro que va tomando forma a medida que el minuto noventa se acerca.
A diferencia de los alemanes, nuestra racionalidad está mezclada con la pasión, ellos buscan la vitalidad en la concentración. Nuestro romanticismo es la atmósfera que envuelve a la tierra latinoamericana. Nuestra pasión está incrustada en el recuerdo, el llanto o la gloria, siempre sintiéndonos Cristo, a punto de lograr su verdad o la tragedia otorgándole ese impulso a querer revertir las situaciones. La tristeza no tiene fin, la felicidad sí, dice un canto brasileño. Por eso nuestro ritual de festejo, todos en las calles unidos por un canto popular. En América latina descubrís un pequeño pueblo cada mil kilómetros, mil kilómetros unen a dos lugares, a dos pequeños grupos de personas que han decidido parar allí, en ese lugar, a la vera del camino y hacer vida, mil kilómetros de montañas, desiertos, de llanuras agrestes, de sierras y lagos. Buscando una forma de subsistir. Allí también el festejo despierta una emoción. La lágrima no sólo es tragedia para el latinoamericano, la lágrima es parte de la emoción por lograr la gloria, la posibilidad de aceptar el esfuerzo o el sacrificio para dignificarse, para saberse.
Estás palabras se fueron, estas palabras descansaron en una placa de memoria mientras las nubes decidieron dejar parte a las estrellas, para luego brindar un amanecer con sol al 13 de julio, a este día que pone a prueba la capacidad de juego de dos países diferentes, con sus culturas bien diferenciadas. Hoy se juega eso, el enfrentamiento es para ver cuál de los dos países es mejor jugador, en eso queremos ganar siempre, pero haber llegado hasta acá también nos redime y el festejo es incontenible. Hoy el pueblo unido por una pasión, por una emoción tomará las calles para festejar.

Se acerca el mediodía los humos del fuego comienza a meterse en las casas, el humo y el espíritu son convocados a este ritual. Está todo preparado, todos estamos pensando si ya estamos preparados. Si vamos a llegar bien con el horario, hay que comer a la una y monedas y después aguantar. Ya son las doce y media, este texto va a terminar, no se va a corregir, para eso no hay tiempo, esto fue un momento de emoción. Ahora debo salir a comer el puchero que la familia está preparando.