Sábado 12 de julio. Acá, en Lanús llueve constante. Hace tres
horas que en todo Buenos Aires no para de caer agua. No sé cómo estarán en
otras provincias del país, pero quiero creer que también atraviesan por un
aguacero. Bueno, hace unos días el litoral fue terriblemente inundado por la
creciente de esos ríos que son como las venas de América Latina, aguas que
necesitan de buenos baqueanos para no perderse en la inmensidad de sus
corrientes, y que cuando desbordan arrasa a todo lo vivo. Así que los hechos me
acompañan por este trabajo imaginativo. Una nube despliega agua por toda la
Argentina, la expectativa es que mañana salga el sol. Unos ojos de plata
esperan ver bailar su ilusión. Mientras el sueño sigue atento al suceder de la
lluvia, Brasil pierde dos a cero. Desde ya esto marca que Argentina es mejor
que Brasil, por lo que se espera que la albiceleste no pierda siete a uno. Otro
gol para Holanda, el tercero, la herida sigue abriéndose. Otra vez en la ventana,
algo reflexivo, un argentino piensa el equilibrio entre el sueño y la
concentración que necesita el jugador. Ese poder creativo que toda gloria
ofrece debe ser contrapuesto con la realidad, es decir, el jugador se pregunta
cómo hacer real este sueño que tanto esperó a lo largo de su carrera. Desde ya
que el futbolista, previo al juego, esto lo maneja, la charla técnica es
fundamental. Aunque se debe admitir que todo jugador improvisa en la cancha,
puede soñar hacer un lujo, practicarlo, pero no sabe cuándo podrá hacer esa
jugada soñada. Esa imagen heroica que el hombre se impone muchas veces termina
siendo un factor de presión para sí mismo, para el desarrollo creativo
individual y también grupal. Un jugador empecinado tratando de llevar a cabo
una jugada impuesta muchas veces termina por salir mal. Por eso el jugador, el
gran jugador, en la cancha, improvisa su jugada, surge por un hecho que se lo
proporcionó el momento, en un instante el oponente le permitió desplegar su
mejor juego. Por esto es fundamental observar lo que aparece frente nuestro,
saber que a nuestro sueño se le opone una fuerza que demanda de este equipo
argentino algo concreto: un bloque de barro que va tomando forma a medida que
el minuto noventa se acerca.
A diferencia de los alemanes, nuestra racionalidad está mezclada
con la pasión, ellos buscan la vitalidad en la concentración. Nuestro
romanticismo es la atmósfera que envuelve a la tierra latinoamericana. Nuestra
pasión está incrustada en el recuerdo, el llanto o la gloria, siempre
sintiéndonos Cristo, a punto de lograr su verdad o la tragedia otorgándole ese
impulso a querer revertir las situaciones. La tristeza no tiene fin, la
felicidad sí, dice un canto brasileño. Por eso nuestro ritual de festejo, todos
en las calles unidos por un canto popular. En América latina descubrís un
pequeño pueblo cada mil kilómetros, mil kilómetros unen a dos lugares, a dos
pequeños grupos de personas que han decidido parar allí, en ese lugar, a la
vera del camino y hacer vida, mil kilómetros de montañas, desiertos, de
llanuras agrestes, de sierras y lagos. Buscando una forma de subsistir. Allí
también el festejo despierta una emoción. La lágrima no sólo es tragedia para
el latinoamericano, la lágrima es parte de la emoción por lograr la gloria, la
posibilidad de aceptar el esfuerzo o el sacrificio para dignificarse, para
saberse.
Estás palabras se fueron, estas palabras descansaron en una
placa de memoria mientras las nubes decidieron dejar parte a las estrellas,
para luego brindar un amanecer con sol al 13 de julio, a este día que pone a
prueba la capacidad de juego de dos países diferentes, con sus culturas bien
diferenciadas. Hoy se juega eso, el enfrentamiento es para ver cuál de los dos
países es mejor jugador, en eso queremos ganar siempre, pero haber llegado
hasta acá también nos redime y el festejo es incontenible. Hoy el pueblo unido
por una pasión, por una emoción tomará las calles para festejar.
Se acerca el mediodía los humos del fuego comienza a meterse en
las casas, el humo y el espíritu son convocados a este ritual. Está todo
preparado, todos estamos pensando si ya estamos preparados. Si vamos a llegar
bien con el horario, hay que comer a la una y monedas y después aguantar. Ya
son las doce y media, este texto va a terminar, no se va a corregir, para eso
no hay tiempo, esto fue un momento de emoción. Ahora debo salir a comer el
puchero que la familia está preparando.