sensibilidad

verme muerto, verme en un lugar que ya no está.
será que siempre transitamos la muerte,
que veamos a ese tiempo que muere.

te acordás cuando ibas a los árboles,
y de los viajes hacia el norte
o cuando te ilusionabas jugando al héroe.

verme en la muerte, si no siempre recuerdo
lo muerto, y ahí, solamente ahí
reside la emoción, la risa, el sueño.

pero por qué allí, sólo allí.

Poema realizado en Lanús, Prov. Bs. As. Enero de 2012. 

Los iluminados



Los iluminados, los veedores de la divinidad y los reguladores de los debates salen a la luz. La República de Platón ha empezado a tambalear y los que establecían los milagros vieron peligrar su sopa, así que vinieron a ver como marcha.
Es que ya no se puede sostener más la mentira de tantos años, décadas, siglos. Ahora, que pude aplacar mi voz y sentarla a escribir, hago esta pregunta ingenua que hace unos años ya me corroe la espalda: cómo es posible hostigar tanto sin que se vea la hilacha. Hay hombres bien vivos, que creen encarnar a sus antepasados que se manejan en el fuero de la verdad tratando de mantener eterna dicha mentira. Así funciona la ilusión. Su ilusión sobre la nuestra para seguir los pasos de la conservación de un pueblo que se hace de abajo y se hace sólo y se hace a imagen y semejanza de un titiritero perverso. Disculpen mi abrupta carga simbólica, es que necesito ser pesado para detallar estas palabras.
Hoy los veedores de la divinidad cargan con varias causas en su contra. Se comenta o se debate en el inconsciente del pueblo y de la verdad del pueblo que si su verdad no se sostiene pierdan muchos hombres que ya necesitan del geriátrico. No hablo por su vejez, aprecio la sabiduría de los grandes, sino por sus viejas ideas hegelianas. La verdad, la justicia y los embates del espíritu están acorralando a los hombres que formaron parte de aquello que ha sacralizado la historia de los argentinos. De todas formas, ellos se sientan en sus sillones, miran por sus ventanas, bajo sus lúgubres escritorios y traman el armado de nuestra existencia y también su defensa, que peca de victima.
Mi discurso ya está formado, por eso me permito el uso de la palabra porque ya es hora de usar la palabra. Hablo como ciudadano o, mejor, como soberano. Soberano en la palabra. Como cualquier hombre quiero hacer, en tanto y en cuanto mi capacidad me lo permita, y de eso no reniego, lo que mis deseos alientan, pero no lo que me aliena. No una forma utópica, no como una realidad suprema, como en otros tiempos se planteaba, pero sí, tener una utopía que por el camino del amor, y hablo de un amor desequilibrante, un amor que nos enfrente con el mal del pensamiento hostigador. No debemos caer en esas realidades virtuales que se tejen en nuestra mente y que así, proyectando eso, se tergiverse lo que acontece en la realidad. Ya no somos el collage de un pasado escrito o dilucidado a través de la imagen o de la calidad impactante de la foto.
El asombroso edificio histórico de la justicia, no debe detenerme. No debe acorralar mi verdad, lo que mi discurso diga será mi verdad. Para aquellos que quieren provocar la locura o la enfermedad o amenazarnos con la muerte o con la nada, para aquellos que nos hacen pensar en el sexo fervorosamente o para aquellos que nos distraen con imprudencias tecnológicas, aquellos que distraen vergonzosamente nuestros sentidos trayendo lo de ayer, lo de antaño a nuestro presente, para que ellos puedan a aplicar sus métodos estratégicos, hoy les digo que su idea de división es sólo imaginaria. 06/09/2014

Ser yo es la tarea

Ser yo es la tarea hasta el final del día.
El espíritu derrama la tinta de todas las voces, 
las voces del recuerdo 
que en el laberinto de la realidad desesperan.

Y aunque se enturbie el caos, librarse 
hasta el fin, hasta conjurar el sueño 
y secar la lágrima. Hasta el olvido.
Sentarse en la muerte a jugar con el destino,
esperar hasta que el deseo se libere.

Poema realizado en Lanús, Prov. de Bs. As. Once de septiembre del 2011. 

Una mañana de gritos a la Vieja Basura

Entre las fetas de fiambre que iba cortando se coló un pensamiento relleno de bronca. La hipocresía del mundo entraba a querer destruirla. A las voces perversas, quería gritarle vieja hija de puta, por qué no te callás la boca, si no sabés lo que siento yo, mirá que tenemos las mismas tripas y ambas vamos a terminar en la muerte. Como si nada, la vieja seguía caminando, pero él por su pensamiento iba pensando más insultos, con un gran sentido histórico ladraba, ya le vamos a quitar los dos millones de hectáreas que se robaron a todos aquellos que se cuelan en el significado de lo que sos vos, hoy decís lo que decís porque tu tradición está quebrada, hoy sabes que el espejito ya no refleja en tus cirugías lo que una vez fue. No hay peor persona que la que no quiere aceptar el paso del tiempo, reinas porque tu hipocresía está teñida por el ojo del comportamiento, por eso es directa, dice lo peor del ser y parece no darse cuenta. Sus palabras promueven la desigualdad, son la desigualdad. Para desactivar su artimaña es necesario pasar por loco, para mostrar la verdad, la verdad después es considerada locura. Sus palabras hablan de una verdad sesgada de las personas que no pueden ingresar a su imaginario territorial, paradisíaco. Hasta sutileza ladraba esa mañana, René. Caminaba y pensaba en la mierda de ese mundo que lo rodea. De repente veía las personas entrar, despejadas de esa perplejidad que nos levante todas las mañanas a caminar, sintiendo la almohada, el sueño interrumpido por los números que todavía cuelgan el sistema operativo. Sin embargo, sostiene la sonrisita idiota, percibe los actos, los suyos, y se da cuenta que lo hace para no pasar por un ser que no valora el trabajo, para no pasar a ser esta gente de ahora que no tiene ganas de trabajar. Intuye que los rostros le piden respetar las formas para arrancar el día con otro ánimo, cuando aquella vieja basura, se dice a sí mismo, se ocupa todos los días de hacerme sentir que la vida está mal, cuando su rostro rebalsa de la imagen oro. Cuando los dueños de la tierra pretenden que dejemos la vida para obtener un pedacito donde vivir, y cuando ya no podemos más, cuando vivimos como las normas habitacionales prohíben, colocan a estos que hoy arrancan y se animan a dar forma a su historia, como unos pobres diablos, como si todavía no te sintieras parte de este mundo que habitás, como si todavía uno siguiera allá afuera del jardín mirando para adentro a ver qué sucede.  
La producción corporal en el hombre le parecía esa mañana la falsedad de un ego formado por un ajeno. Oponer su pensamiento al pensamiento llano que emiten los Telecomedores de Gorro todos los mediodías, todas las mañanas hasta la eternidad sumergen al hombre en un discurso ajeno, a un discurso que parece no dejarle espacio a la verdad de nuestro día. En ese momento llegó a lucubrar un plan. Pensó en irse a retiro, sacar un pasaje a Tucumán a la tarde noche. Dejó el equipaje en retiro y volvió al centro. Allí, esperó cruzarse con el Inquisidor para de una vez matarle y que su orden no siga perpetuándose. Todavía no vemos que tenemos las venas abiertas, pensaba mientras preparaba un cortado para aquél  que ve todo como una cuestión de atuendos, creyéndose feliz por su corbata, por su individuo, esa mirada de extraño que me dice fracaso y ahí, inmediatamente, comprende que puede ser su propio sentimiento de sí, dicho sentimiento de repudio hacia sí mismo. Se rinde, ante esa disyuntiva, qué resolver, piensa, es lo que ahora siento, no hay vuelta atrás. Así que se acerca hasta la puerta del templo y cuando lo ve salir saca un arma y dispara. Así también salió disparado él, corrió hasta la boca del subte, corrió como aquel que hace algo para cortar el dolor. Ni bien bajó las escaleras al subsuelo encontró  al tren todavía con las puertas abiertas. Como si lo hubiera cronometrado. Se subió y la tensión lo siguió hasta Retiro. Como llegó, buscó su equipaje. La voz que dicta los viajes ya había nombrado la plataforma. Ahora hacía la cola, con paciencia, para guardar su ropa en el baúl del micro, saludó al maletero, le dio una propina, saludó con una sonrisa al chofer, entregó su pasaje, y en cinco minutos el micro estaba camino a Tucumán. Por suerte todo eso corrió en su mente, en esa mañana de fetas de fiambre.
Mientras tanto pensaba quién lo iba a encontrar, no tengo antecedentes, no me conoce nadie, se decía. En una semana vuelvo y listo. Pensaba que esas cosas ya no ocurrían más, que eran parte de otra época. Las cosas ahora se combaten de otro modo, en tanto y cuanto haya una voz que nos represente, su voz tomaba tintes analíticos, aunque la bronca persistía. Igual, de todos modos, seguía, el mundo de esta vieja de mierda sigue vivo, sigue persistiendo en el sacrificio del hombre para lograr sus anhelos, sigue creyendo necesario el mal para poder sentir los sueños, porque ellos dicen que a su familia le costó mucho conseguir lo que tienen, que lo hicieron trabajando, pero trabajando para aquellos otros, que están un poco más arriba, que se creen devotos de la admiración del otro. El otro los tiene que adorar por su forma de ser, por lo que piensan que es mejor para los próximos días de nuestra vida. La vida pasa, esto parece conducirse al presidio.
Entre todo esto, iba terminando los sánguches, decía, entre hamburguesas y cortados, puchos y chicles para un mejor ahora, yogures para sentirse más sano. Un actiarriba para sentir energía para no parar. Entre todo esto, no dejé de sentir, continuó, esta capacidad de sentir la historia de los días. Me haces reir, Vieja basura, por lo menos no voy a dejar que detones los sueños.    

Relato del 2011, editado en Lanús, Prov. De Bs. As. Calles: Salta y Rodríguez.