El ojo se hunde

No hay reino sin diferencia,
con un cielo igual
dentro de sí,
acorralado
por la recepción matutina
que otro en la niebla
sigue siendo el ojo,
intentando
el ojo hundirse
en el aleteo del pájaro
para exortar al tiempo,
para calmar el nervio
neurálgico

que atenta a Conurbalia.