IMAGEN DE LA DULCE KIOSKERA



Imaginar a la dulce Kioskera
colocar los vicios en la mano
de sus clientes
por el metalito brillo. 
Imaginar su infinito imaginar
de abandonar el barco
en el medio de un naufragio.
Pero no, no quiere nombrar
la palabra que haga terminar
ese día imaginado
gritando entre el humo del pucho,
acorralada por el timbre
que toca el gordo Velez
que quiere otra Quilmes.
Antes se aguanta y sigue soldando
el metal de los días, el metal
que sostiene la ciudad que habita.
Y entre pucho y pucho
imagina saltar el cerco
antes que esta voz

acabe en otra imagen.