Primera carta de Lectores a "La voz ciudadana"

El concepto de corrupción nos atravesó de tal manera que ahora solo vemos, en esa representación psicótica, de ojos maniáticos, perdidos por la persecución a la ilusión inexistente del metalito brillo, en la confesión a la autoridad, es verdad, era dinero de la política, no me pertenecía dijo el personaje maniatado hasta los dientes, la mandíbula apretada, mirando a ambos lados. Sirviéndose de una interpretación “instalada” en nuestro lenguaje corriente. La política se alimenta del dinero, aunque toda transacción tenga como intermediario al dinero. Pero la sensación que queda, finalmente, es la de que todo el aparato democrático, y en esto también se involucra y responsabiliza a los grupos empresariales, lo sostiene el dinero, el dinero para la política, una retroalimentación de sí mismo. La cuestión es cómo quedan las identidades, frente a este paradigma, cómo diferenciar a la identidad de la corrupción -como evitar el prejuicio se está vendiendo por dinero, ya que ese murmullo se cruza en nuestra expresión exterior-, es decir, por qué la identidad no podría reclamar dinero, medio que le permite a uno desarrollarse. Pero ese no es el dinero de la política, no es el dinero que utilizamos para ir a la verdulería, hacer un viaje, o todavía no llega a la suma de la que podemos disponer para comprarnos una casa o un vehículo. El mundo está lleno de mercenarios, hay comunicadores mercenarios, empresarios mercenarios, políticos mercenarios. ¿Y si empezamos a pensar en una democracia más participativa, con mayor preponderancia ciudadana, y si debatimos en la comunidad nuestros problemas, y si elevamos distintas voces comunitarias, y si somos nosotros los que construimos este país y no los mercenarios que nos separan y no dejan que explotemos nuestras capacidades humanas?
En definitiva, y sin tanta cháchara, concluyo que la democracia sigue siendo un depósito vacío, al que debemos llenar de significaciones. Para que la política no termine siendo esa imagen que reflejan los medios, esa vieja imagen maniática y obsesionada por el dinero.

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