Empieza el yo a tambalear

Empieza el yo a tambalear
y no se siente al mundo.
Aquellos pájaros del pino
ni se los ve, sólo se ve
al olvido: la nada.

La nada, la memoria
se escapa y se pierde
constantemente,
y deshace la materia
y enloquece a 
físicos psicoanalistas historiados.

Así surge una calma, profunda,
que si no estamos preparados
nos apura, nos lleva al abismo
de hoy, a muertes enfermas,
a taquicardias, a tumores
que escapan a la muerte.
Pero todo ello, es un nuevo paso a hoy.
La imaginación transforma
pero no enferma.
No vendrá la muerte
por contemplar la calma.

Poné tus palabras a pulular
como quieras.
Mirá el cielo y contá
todas las voces que no son tu ser
pero que fingís sentir.
Finge esas palabras de amor,
pero finge.

Actúa con dicha sugestión.

Los pasos se ahondaran en el misterio
y no habrá rey despótico
que adule los destinos,
tu destino es dicho destino,
y es deber decorarlo.

Volver a amar, volver a hincarse
en la desesperación, en la muerte.
La muerte viene a ese cuerpo joven,
viene cuando el ojo empieza a ver
o cuando alguna parte del cuerpo
empieza a desenvolver escenarios
antes invisibles, pero que ahora ve.
Expresa el terror a la locura
y entonces el amor se espanta.
Que no lo acorrale el miedo…
Y vea allí lo rico

que es inventar de nuevo el día.

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