Desde la Voz Conurbalia, "Límites del lenguaje y de la escritura", por Francisco San Martín





En el texto que forma parte del libro Vértigo, All’estero, a medida que el narrador o el autor recuerda no lo hace solo a través de un medio, a través de la palabra, sino también a través de imágenes documentales, no sólo utiliza una lengua, constatando así una proliferación de sentidos. En la carta de Lord Chandos, Hofmannsthal confiesa una renuncia a la escritura, a los idiomas, a las musas inspiradoras, ya que no hay posibilidad de juego con los conceptos para alcanzar un orden divino, ya no es posible hacer literatura porque su identidad está dispersa entre todos los objetos visibles. En la Carta al padre ocurre algo similar, Kafka le reclama al padre una linealidad entre las órdenes que él emite y sus acciones. La falta de un código preciso imposibilita, inmoviliza cualquier decisión que Kafka pretenda llevar a cabo en la realidad. Kafka declara: “como no estaba seguro de nada, necesitaba a cada momento una confirmación de mi existencia.” (2000: 35).
En estos tres autores la pluralidad de voces se manifiesta de manera melancólica. El conocimiento de la lengua ya no es controlado por el poeta. En una conferencia Hofmannsthal declara: “la esencia de nuestra época es la ambigüedad y la indeterminación. […]Vibra en ello un cierto vértigo crónico.” (Hofmannsthal, 2001: 74). Ahora, el poeta, dice Lord Chandos, ya no se inspira con una musa o ya no es capaz de seguir a Platón en su vuelo figurado, ahora “un rastrillo abandonado en el campo, un perro al sol, un cementerio pobre, un tullido, una pequeña granja, todo esto puede llegar a convertirse en el recipiente de mí revelación” (Hofmannsthal, 2008: 129). El documentalista Sebald detiene su ojo, también en cualquier objeto, en construcciones derruidas, en pinturas de figuras legendarias como los dragones. Son estos objetos también los que inducen a la inquietud en interna, a movilizarse hacia otro lugar, a la imposibilidad de consolidar un sentido en la comprensión. En una entrevista, Sebald declara que “hablar de exilio es absurdo. Europa no es tan grande ni tan lejana”. Sin embargo, el sentirse europeo en Vértigo todavía no es posible, el vacío y el terror cercan la identidad. “Los contornos de las imágenes que intentaba retener se desplazaban, y los pensamientos se me desintegraban aun antes de que los hubiera asido bien.”(Sebald, 2001: 33). En su viaje por Europa y en su prosa subyace la sensación de abismo crónico que lo lleva a huir. Esta falta de comprensión conceptual paraliza a Ernst Herbeck, que padece trastornos mentales debido a la manera de pensar del padre. También es el caso de Kafka, que padece las leyes despóticas del padre, las cuales “no sabía por qué no podía adaptarme por entero”. Esta de falta de código, que hace que Kafka no pueda desenvolverse en la realidad, provoca una parálisis, “una manera entrecortada, tartamudeante de hablar en tu presencia.” (Kafka, 2000: 12), “en tu presencia no podía pensar ni hablar” (Id.). La dominación, a partir de la confusión entre el decir y el hacer, lo mantiene en silencio y sin posibilidad de evadir esta esfera bajo la cual el padre lo mantiene. El significado ya no coincide con el significante, ya no hay posibilidad de elaboración racional, “El continuo espacio-temporal del ‘realismo empírico’ es objeto de constantes lesiones en Kafka, como la perspectiva en la pintura contemporánea” (Adorno, 1970: 158). El presente ya no coincide con el recuerdo, por eso el viaje por las ruinas y fantasmas del pasado afectan el ánimo del narrador de All Stero. Hofmannsthal declara que el hombre de su tiempo “ahuyenta del recuerdo, mediante una suave y persistente aversión, los pensamientos que tienden a retroceder al pasado”. Ochenta años después, Sebald en su viaje experimenta la misma sensación. El pasado en ruinas lo lleva a huir, a deambular por calles en donde la comunicación es nula, en donde la desconfiguración del yo lo aterra. La unidad conceptual se hace más difícil, se acentúa la dispersión de la identidad individual, se acerca a lo esquizofrénico: “Después de arrebatos de este tipo comenzó a aflorar en mí una preocupación difusa que se expresaba en una sensación de nausea y de mareo”. Este ataque de hipocondría, esta sensación de enfermedad que también siente Kafka por la falta de seguridad en sí mismo, en su propio cuerpo, la declara en su Carta al padre: “crecí estirándome hacia lo alto, pero no sabía qué hacer con ello, […] apenas me atrevía a moverme o a realizar ejercicios físicos, […] quedé débil […] y así quedó libre el camino hacia la hipocondría” (Kafka, 2000: 35).
Los hombres tienen la urgencia de una realidad que los ate al mundo, todo pensamiento que lo acerca a cuestiones abstractas está relacionado con el vacío en el cual no es preferible permanecer. Aquí, este autor nos deja ver la urgencia espiritual cuando la realidad se hace borrosa. De igual modo se siente Lord Chandos: “Mi caso, en pocas palabras, es éste: he perdido del todo la facultad de pensar o de hablar coherentemente de cualquier cosa” (Hofmannsthal, 2008: 126). Más tarde, el autor confiesa que la mecánica “cultivada sin limitaciones y unida a la asimilación de lo exorbitante […] expropia al hombre de su auténtico punto vital, le expulsa del trono de su dominio espiritual”. (Hofmannsthal, 2001: 98). Por este motivo, Lord Chandos no puede sentarse a jugar con los conceptos y tratar de erigir una torre conceptual. La desconcentración provocada por la fragmentación a la que asiste el mundo en su tiempo comienza a brindarle vida a los objetos. “La subjetividad absoluta carece de sujeto. La mismidad no vive sino en la exteriorización”. (Adorno, 1970: 159). Aun cuando los ojos se cierren el mar seguirá resonando en la oscuridad, el lenguaje perdurará al paso del hombre. Después de muerto el autor sigue haciendo poesía, “nombre, manifiesto en la muerte natural, sólo el nombre, y no el alma viva, constituye la parte inmortal.”(Adorno, 1970: 173).
La melancolía en estos autores es por un pasado que ya no está o no coincide con el presente, pero no es sufrimiento por la elaboración de un sistema conceptual que alcance una verdad suprema, directamente renuncian a ello. Las viejas sentencias que les otorgo la historia, ya en ruinas, dejan al hombre sin un sentido que los ampare, sin una esperanza que los lance al camino, sin un código que les permita desenvolverse en el presente. Eliminar estos padecimientos de un lenguaje limitado parece ser el deber de estos autores. Sebald genera un texto donde conviven diversos medios. Utiliza imágenes que a veces no coinciden con el texto, intercala el uso de los idiomas, analiza ruinas arquitectónicas, pinturas en las que aparecen figuras legendarias, periódicos en los que constata crímenes que con el tiempo no encuentran culpables. También, la utilización de perífrasis constata la pluralidad de voces en la elaboración de su prosa. Así sucede en Homannsthal, de un simple objeto se puede ir hacia otro, sin capacidad de establecer una forma. En la contemplación de la fragmentación, de una vida que ya no es posiblemente comprendida en su totalidad, en una sociedad donde el significante está vacío y con el que ya no hay posibilidades de jugar con él porque su vuelo figurativo genera horror. Ya en un simple objeto hay más que un vocabulario y del que tal vez se pueda partir hacia un camino psicológico para unir todo ello a través del análisis lingüístico de Freud.

En estos autores el pasado se mezcla con el presente y la sensación de incomprensión, como le sucede a Kafka, lo paraliza ante la realidad. Este factor moral o de comportamiento que despierta en los personajes hacia su pasado parece desconfigurar el aspecto aparencial de la realidad, aunque a veces Salvatore en la ópera sienta que el tiempo no ha transcurrido, “como si toda la sociedad continuase aún sentada en la ópera de El Cairo para conmemorar el progreso incontenible” (Sebald, 2001: 107). La fachada comienza a resquebrajarse y el ambiente por el que transita empieza a iluminar las ruinas del pasado, logrando un efecto de melancolía, de la cual los personajes autores prefieren huir o prefieren evitar.



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