Fin el despertar

Antes que el pulpo de los medios avance hagamos de palabras los rincones de nuestra máquina de escribir, de inter-actuar nuevos significados. Que la palabra no se forme solo con argumentos, con puntos a parte, separando los temas, como bloques de programas televisivos, algo empaquetado y listo. Demos de nosotros lo que nos parezca mal hecho, con la verdad de nuestros días de flores y pocos héroes. Mundo en el que los empresarios se preocupan por la pobreza, donde presidentes y premieres encuentran legitimidad a través de redes sociales, como cual figurita mediática, también sostenida por los mismos valores: el capital de la hamburguesa grande. Lo políticamente correcto o lo gradual de los cambios y de las mejoras sociales ya no pueden reprimir el grito, y quieren volver a la tribu, a constituirse con su identidad y no con la palabra ajena del discurso ciudadano moderno de la construcción del estado tecnológico. Pero nada de esto es cierto. Solo una fábula que encadenaron las palabras, las necesarias, para librarnos del paquete que nos otorga la experiencia. Deberíamos inventar un cofre en el que las historias queden perdidas. Allí la riqueza y la proliferación de lo que acontece. Seremos narradores de la realidad antes que las imágenes acechen del todo, sin vuelta atrás, nuestra memoria, atentos solamente a las sensaciones corporales redimidas de placer. El ciclo de los conceptos en lucha entra en receso mientras se abre el mercado de pases. Períodos de conveniencia: la búsqueda de un otro que nos acompañe, que nos saque del estadio incierto que acecha a los días de los hombres: acá los días son combates, son nuevas búsquedas de subsistencia, todo se teje entre ceja y ceja, entre sospecha y desconfianza. Pero se destruye y se reinventa otro hombre, mientras los adláteres de la información discuten sobre plataformas virtuales, del valor de la información –como mercancía- para conducir el destino de la ganancia a buen puerto, pero evitando sacar el barco a los vaivenes del mar. Allí donde la democracia es representativa vencen los escenarios de inestabilidad política económica, ficcionados por medios, analistas de la web, recolectores numéricos de variables, trabajadores de la ilusión bursátil llevan hasta el hartazgo hasta creer que el dólar se dispara y se dispara, en un febril diciembre, no solo de liberación del cansancio anual, sino además de fin. Allí donde la voz del conjunto poblacional está orquestada por una institución formal -que predica con las formas y no con realidad cultural y social-, allí el futuro busca su verdad en el pasado. Debemos, por el contrario, buscar que el presente sea el talismán, porque así seremos pasado. Antes que el pulpo lo arrebate. Antes la imagen nos limite la interpretación, antes que la tendencia de la lengua se encadene en otro numeral, acumular significados del más allá traerlos, de afuera de la máquina que redacta la visión de lo conveniente. Solo suposición, opinión entre opiniones hasta hacerla verdad, pero como proceso inverso a la ceguera que acecha a nuestro tiempo. Todo es perfectible después del acontecimiento. Lo importante es la retórica que usemos para seguir construyendo la metáfora de Babel. Colaboradores de la palabra viralizada, la efímera, la sincera. Esos. Ser. La realidad se escinde de nosotros, y caminamos a través de un escenario que diagrama la experiencia. Somos la extensión de los significados, de los nuestros y no los del Coloso de los medios. Un escenario vivo, cambiante, en el que no alcanza la intuición a profundizar su huella. Sólo algo perdura, en estos tiempos: el interés de confundir a la historia de la memoria. El malentendido para que la historia presente pierda su resguardo de liberación. Del origen. La tempestad será el fin, pero también el despertar.

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