Desde "La voz ciudadana" - Editorial

Libertad. Colosus pide que se escriba sobre la libertad. Necesita datos para sus cálculos racionales. Pero en estos tiempos de la historia del hombre, ¿cómo es la libertad? Colosus necesita una aproximación: cómo, y no qué.
El hombre parece embalsamarse, a sí mismo, en el camino posmoderno de la civilización, en el progreso individual que proponen las grandes naciones, pero a su vez la misma máquina tecnológica que reproduce repele el proceso, al generar un mundo global, transgrediendo las fronteras de forma virtual, conectando el territorio con líneas aéreas, pero aun así, cómo saber hoy cuán libres somos, cuán soberanos somos en el cuerpo y en el territorio. Colosus se lo pregunta al pensamiento, y desde allí elabora sus tendencias numéricas, busca establecer donde está el valor, desde dónde se podrá extraer capital. Entonces, ¿dónde se manifiesta la libertad? ¿En el habla, en la personalidad, en la postulación de un nuevo discurso, que empieza a hacer eco entre los habitantes de un territorio, o en el caso particular, entre los seres que en el tiempo nos van reconociendo en nuestras decisiones cotidianas, en nuestras posibilidades de realización, o en ambos ámbitos? Hacia esas cuestiones quiere Colosus que nos aproximemos, pero cómo, hasta ahora no creo responder nada, sino más estableciendo posibilidades de un cuestionamiento que hago con el propio conocimiento, en un presente real, de este tiempo de la vida y de la escritura, que nos apabulla en la indeterminación de una existencia dispuesta liberarse.
Para esto, recurriremos a otras lecturas, otros sentidos, propios de nadie en particular, sino que se presentan allí afuera y que los tomamos para construirnos en una vida, en una forma de vida, y con el cual podemos salir de la ansiedad de la duda en la que nos sumerge la realidad económica de nuestros días y de nuestra historia, la duda existencial de creer posible un sueño que se constituya en libertad, con certezas, con expectativas, pero también sabiendo de lo incierto, de la imposibilidad de las posibilidades y que a pesar de constituirnos entre la heterogeneidad seguimos siendo uno.
Lecturas que se presenten al presente de la escritura: lecturas en la memoria, lecturas del pensamiento de la escritura. Sí, escritura y memoria, y por tanto experiencia de la escritura y de la memoria en este presente de Conurbalia, en este lugar perdido y común. Sin ser novedad, acá no hay novedad. Pero igual, de todas formas, Colusus reclama, necesita modelar la imagen que perturbará las mandíbulas transeúntes.
De ese límite sobre el que caminamos, como sobre una cornisa, surge la libertad de cómo entender el suceder y de cómo finalmente expresar la voz de la creación para (¿generar?) una nueva interpretación, no, en verdad, sólo porque el vivir demanda una interpretación, la cual exige una libertad para ser expresada, la necesidad de simbolizar un suceder.  El capitalismo se convirtió en un termómetro lingüístico, convirtió la animalia diacrónica de la lengua en su pulso de cambio, para moldear a las generaciones, pero ahora según su atmósfera gustativa. 
La libertad es el principal componente de la formación de identidad. Es la que nos permite en definitiva saber quién somos y cómo queremos seguir siendo. Ser o no ser en este presente utópico, es la duda que corroe a Colosus, a las naciones del mundo, que no saben porque sus ciudadanos no quieren seguir bajo los dictámenes económicos del crecimiento económico, sino que más bien, se preocupan, cada vez más, por vivir mejor-un vivir sabiendo que la acción tiene un fin, vivir, y que no es simplemente otro día más que transcurre de la vida-, buscando recuperar del pasado la idea de construcción de comunidad y de reconocimiento ciudadano. Hacia allá marchamos, hacia una acción política, que mantenga conectada a la comunidad en la busca de su propio desarrollo, convencidos de que si salimos a las calles a reconocernos como iguales, pero con nuestras intuiciones particulares, podemos seguir incentivados en la creencia de que nuestra libertad de pensamiento es realizable. El hecho de que esta escritura se plasme ya es un hecho de libertad.  
Quedarse en el límite en el que se conjuga la libertad, entre la memoria y la escritura, ahí el momento preciso de saber si al final somos verdaderamente libres, o si somos condicionados por las palabras y por los significados que tocan de costado al sentido inflado por el tiempo, y que desvían la intención de lo que luego deviene en escritura y memoria y que nuevamente se hace escritura y así, representación, que seguro decante siempre, como todo signo, en una nueva interpretación del presente de una vida que pretende expresarse en la escritura. Siempre en la lucha que persiste entre el sentido y ese nuevo cuestionamiento para encontrar la falla o el estadio alcanzado y que sobre ello hay que volver para progresar. La libertad, entonces, no es algo que se elige, sino algo que nos pertenece y a la cual nos vemos obligados a construirla.
La libertad en el siglo XIX y el siglo XX se transmitió como manifiesto. De Marx a Breton, siempre en el límite entre el cuerpo y la palabra, hasta ahí. Experiencia que sí padeció en el cuerpo el movimiento anarquista, obrero y popular en los distintos países del mundo, algunos con más identidad y poder que otros. Pero no es tiempo de hacer filosofía de la historia, o una reconstrucción de ese pasado reinterpretado, sino más bien aproximarnos a un presente, a anudarle palabras y sentido a aquello que late inerte, y que siempre nos mantiene a fuera de lo real.
En estos tiempos, el cuerpo es producto de la civilización que erige el hombre. Los países y los cuerpos que sufrieron la dominación de los países con mayor desarrollo económico, científico y tecnológico, se encuentran siempre entre la espada y la pared. Entre la identidad, la cultura y las relaciones con el mundo. La cuestión clásica, proteccionismo o librecambio. Relacionarse con estos o buscar un desarrollo económico nacional y a su vez regional. Entonces, esa es la cuestión de la libertad, también, saber si la apuesta por lo nacional también nos obliga a un estancamiento o apostar a la integración a un mundo global, tecnológico y librecambista.
La cuestión, por último, es cómo nos relacionamos con aquellos que en el pasado solo nos llevaron a la crisis o nos trataron como si no hubiera un pueblo, una cultura, una comunidad a la cual había que modificar su estructura productiva y su carácter social para poder insertarla bajo las normas que requiere una sociedad moderna. Conformar una estructura legal que ampare al dueño del capital y así que los ciudadanos pierdan soberanía sobre los recursos necesarios para subsistir, entregados para que otros los exploten o administren. Entonces, cómo generar lazos globales sin perder soberanía, sin perder libertad sobre la identidad que sobrellevamos como argentinos.  

Es aquí donde más fuerte se impone el desafío de generar una voz, un discurso, una relación de identidad en el suceder presente de nuestra comunidad conectada con las leyes de la sociedad global. Es nuestro desafío, estar despiertos a preguntarnos como pretendemos significar la vida. 

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