Viendo el camino

1



Con la cabeza al mango.


Te bajaste rápido del caballo,

querías andar a pié,

chupar tu propia sangre



Vas con la suela gastada,

cansado de tanto

revuelto de huevo.

Sólo un poco de agua,

para que la pared

a la que te chocás

te deje de hablar.

Querés aprender el todo,

la nada.



Y me pregunto, qué es

lo que pesa sobre mí cuerpo,

¿o soy yo

el que peso sobre mis huesos?



El calor cae

sobre el templo

y se calientan los cerebros.

Cuando inventan ambientes

dejan puertas abiertas.



La presión puede aumentar.

¡Qué corra el aire!

y que tus manos sientan

lo que tu cuerpo siente,

lo que escucha tu cuerpo

–bocinas, sirenas, rieles –

que tus manos sientan

lo que tus oídos escuchan.

Escuchar.

Solo eso.



Una marca de los palos-símbolos.




2





Mi pico, un mosquito,

que chilla en los oídos.



Agradezco que me hayas inventado,

porque este sentir

es tan fuerte que se libera.

Y ahora nunca NADIE morirá.



Tipos maquillados

bajo gruesos revoques,

esconden sus nombres

en cuartos sin escapatoria.

Por eso disfrutan hasta de morir.



Son ballenas en grandes Pescas

las que aguardan en el mercado

por otro cuerpo

que deja dormir su alma,

que se despierta cada vez menos,

por el chip incrustado en la oreja.



Debe ser el Éter

de tu sigilosa columna,

la que adormece el alma.



Aunque ya nada me convenza.



¿qué es lo que hace el hombre

además de fichar tarjeta?



Se la banca.



Espera la venganza

de Goliat Naturaleza

avasallando

a David Sobrenatural,

y los derviches desaparecerán.



Para que la ópera deje de chillar:

hipnotizar Guantánamo.

Escuchar la dulce tendencia

que marque Dios

o el Determinismo.



Vos empezando a creer

en las barajas de la bruja mente

que te acompaña

que sobre un invisible

está.


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