No hay otra mirada mejor, para quien se educa a
diario en este mundo con los medios electrónicos de información, que la de
observar cómo actúa la palabra en el discurso de propaganda: en los 140
caracteres, en la pequeña historia que recortan los diarios de la acumulación
trivial, mientras Orwell se corta con una hojita de afeitar, compactando todo
en el tiempo sin baches, para evitar la ilusión irrealizada, disconforme en un
presente ruidoso. Anestesiar a la comunidad con el progreso individual, con el
goce interior de la liberación temporal para engordar el cuerpo y el pensamiento.
Bloquear la sinapsis emocional, y así conformar nuestra visión de la representación
exterior, con ojos de perro.
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