El laberinto de la burla

Burlarse de lo común
y de los que apagan el dolor
pagando, para que otro
Encienda el artificial deseo.

Burlarse de la sonrisita idiota
que trae malaria en esos ojos pueriles,
que perciben atrofia
en la creación que Dios engendró
con el sobrante de la sangre
y del huevo y del ajo y del pan rallado.

Burlarse con el aparato en off
de las costumbres de los otros,
de los médicos y de los pacientes
que pasan revistas antes entrar
a la sala de operaciones.

Burlarse del caminante laborioso
con la vianda en su mochilita,
con su torta frita.
De los placeres burlarse,
del vulgo y de la hipertensión
de la muerte de los días de ocio.
Del absurdo empezar a burlarse.

Burlarse de viejos corazones
para despertar cuerpos inmortales,
sueños dormidos, voces mudas.
Burlarse hasta quedar vacío y limpio,
y con otra voz salir
del laberinto de la burla.

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